El próximo 24 de
septiembre se celebrarán elecciones generales en Alemania. La canciller Angela
Merkel, del partido democristiano CDU, se volverá a presentar para gobernar una
nueva legislatura al frente de la República Federal Alemana. En caso de ganar,
sería ya su cuarta legislatura como canciller y, al llegar al año 2021, podría
igualar en número de años en el cargo al recientemente fallecido Helmut Kohl, y
con opciones de seguir presentándose. Merkel podría batir los récords de años
como canciller. Y por el momento los números parece que le acompañan.
Las últimas encuestas de
intención de voto son muy optimistas para los conservadores alemanes, que han
recuperado terreno ante sus dos principales adversarios: los socialdemócratas
del SPD (adversarios históricos por el control del Gobierno) y los populistas
de ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD) (adversarios en la
movilización del voto de derechas). Según el último barómetro publicado el
pasado 9 de julio por la cadena de televisión pública ZDF, la CDU de Merkel
(que también sumaría a sus ‘hermanos’ bávaros de la CSU), conseguiría el 40% de
los votos. El SPD tendría que contentarse con un 24% y la AfD con el 7%. En el
orden de intención de voto seguiría la izquierda de Die Linke con el 9%; los
verdes (Grüne) con el 8%; y los liberales del FDP con el 8%.
Barómetro para ZDF, julio 2017 |
Este último dato
resultaría fundamental para las aspiraciones de Angela Merkel, ya que supondría
que el socio natural de los democristianos, el FDP, superaría la barrera
electoral del 5% y volvería a entrar en el Bundestag (el parlamento alemán). En
las elecciones de 2013 este pequeño pero histórico partido consiguió solamente
el 4,8% y no logró representación parlamentaria por primera vez en su historia.
Las consecuencias para el sistema político alemán fueron muy importantes, ya
que, a pesar de que el partido de Merkel alcanzó el 41,5% de los votos,
necesitó un nuevo socio y, ante el riesgo de inestabilidad de un Gobierno en
minoría, se resucitó la gran coalición con la SPD, la segunda vez en poco
tiempo después de la legislatura 2005-2009. Pero con los datos actuales, según
los cuales la intención de voto de situaría en el 40% (según casi todos los
institutos demoscópicos), Merkel volvería a gobernar y lo haría con los
liberales.
Sin embargo, la evolución
de la intención de voto de la CDU no siempre ha sido optimista en los últimos
meses. En el primer trimestre de 2017 los números no salían para Merkel. Según
una encuesta de Emnid publicada el pasado 4 de marzo, CDU/CSU y SPD empataban
con un 33% de intención de voto. Forsa publicó otra encuesta el 8 de marzo que
daba a CDU/CSU un 33% y a SPD un 32%, unos datos que se repetían en todos los
principales institutos demoscópicos del país, y que suponían una subida muy
importante para los socialdemócratas, que solamente habían cosechado un 25,7%
de votos en las elecciones de 2013. La causa era el llamado ‘efecto Schulz’ por
la designación del ex presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, como
candidato del SPD.
Auge
y desplome del SPD en las encuestas
Martin Schulz |
Al menos eso decían las
encuestas en el mes de marzo. Una coalición de SPD, Grüne y Linke sumaban un
47% (GMS), 48,5% (Allensbach), 49% (Emnid), 46% (Forsa) o 47% (Infratest
Dimap). En todos esos casos la suma de CDU/CSU y FDP no superaba el 40%, por lo
que una mayoría de izquierdas parecía posible en el Bundestag, lo que, a su
vez, empezó a dar alas a los partidarios de este pacto, sobre todo en el seno
de SPD y Die Linke, dos partidos enfrentados a nivel federal, aunque ya
comparten desde hace tiempo coaliciones de gobierno a nivel de los Länder,
sobre todo en el este. La izquierda era optimista y el SPD parecía una
excepción en la crisis global de la socialdemocracia.
Pero con el paso de los meses
el ‘efecto Schulz’ se ha evaporado. Ni siquiera ha servido a los
socialdemócratas para incrementar o mantener sus cuotas de poder en los Länder.
El 26 de marzo, una semana después de la proclamación de la candidatura de
Schulz, el SPD cosechó unos resultados muy decepcionantes en el Land del Sarre,
y el 7 de mayo incluso sufrió una importante derrota en Renania del Norte
Westfalia, el Land más poblado de Alemania y la hasta entonces joya de la
corona socialdemócrata. Se trataba de una tendencia general, ya que a finales
de mayo el SPD retrocedía a una intención de voto en torno al 26% - 25%.
Evolución de la popularidad de Merkel y Schulz |
En cuanto a la
popularidad de los candidatos, hubo unas semanas en los pasados febrero y marzo
que Martin Schulz superaba a Merkel. Sin embargo, esa tendencia se ha invertido,
y según el barómetro de la cadena pública de televisión ZDF, el 1 de junio
Merkel casi doblaba a Schulz en popularidad: un 59% frente a un 31%. Además, según
la web Statista, ante la pregunta “¿Debería jugar un papel importante en el
futuro?”, un 67% de los encuestados considera que Merkel sí debería jugar un
papel importante en el futuro de Alemania, frente a un 45% que opina lo mismo
de Martin Schulz. Siendo aún más concretos, en otra encuesta del mismo portal
Statista, el 48% de los encuestados prefiere que el Gobierno federal siga en
manos de la CDU, mientras que solamente un 32% quiere un cambio al SPD.
Las causas de este
‘desinflamiento’ del SPD, y sobre todo del retorno de los apoyos a Merkel, son
muchas y variables. Por ejemplo, Alemania va bien: el paro es estructural, del
5,5% (junio 2017) y la economía sigue creciendo a un ritmo constante. Merkel,
además, ha reaccionado ante el principal argumento de ataque a su gestión: la
crisis de los refugiados.
Los
refugiados y la ultraderecha
En el verano de 2015
Merkel reaccionó ante una enorme avalancha de refugiados de la cuenca sur y
este del Mediterráneo abriendo las fronteras de Alemania, que desde entonces ha
acogido a más de un millón de personas. Aunque en un primer momento fue aplaudida,
el ambiente entre la sociedad alemana ha ido cambiando paulatinamente en contra
de esta política aperturista, una tendencia que se ha visto reflejada en una
encuesta de la Fundación Bertelsmann de abril de 2017, según la cual un 54% de
alemanes teme que la llegada masiva de refugiados ponga en peligro los
servicios públicos debido a la enorme demanda.
Desde el principio, los
sectores más conservadores de la política alemana se pusieron a trabajar en
contra de la política de acogida de Merkel, que fue utilizada como el principal
argumento para desgastar a la canciller. Muchos políticos de la CDU, pero sobre
todo los bávaros de la CSU, se rebelaron contra la canciller. Sin embargo, si
hubo un partido que se beneficiaba del malestar entre la derecha, ese era la
AfD.
Alternativa para Alemania
se fundó en la víspera de las elecciones federales de 2013 y a punto estuvo de
entrar en el Bundestag con un 4,7% de los votos. Alcanzó popularidad a raíz de
la crisis financiera de Grecia, y comenzó a cosechar éxitos electorales en los
Länder, donde en muchos casos alcanzó cifras de votos superiores al 10%. Pero
fue la crisis de los refugiados la que empezó a poner a este partido populista
de ultraderecha en la agenda política nacional: si en septiembre de 2015 (el
mes de la apertura de las fronteras de Alemania) la CDU/CSU tenía una intención
de voto del 42% y la AfD de solamente el 3,5% según Allensbach, en mayo de 2016
la AfD había subido hasta el 12,5% (+ 9) y la CDU/CSU se había desplomado al
33,5% (-8,5).
La subida de la AfD el
mismo año de los éxitos del populismo de derechas (Ukip con el Brexit, Trump,
la ultraderecha austriaca, etc.), puso a Europa en vilo, ya que en 2017 las
elecciones de Francia y Alemania podían continuar la senda del éxito de este
movimiento. En Francia el Frente Nacional consiguió pasar a la segunda vuelta
en las elecciones presidenciales para ser aplastados por Macron, y en Alemania
sus amigos de la AfD se han ido desinflando poco a poco: en junio de 2017 la
intención de voto era de solo el 6,5% (-6 con respecto a mayo de 2016). ¿Por
qué?
La respuesta puede ser
muy simple: porque la poderosísima personalidad de Merkel ha sido capaz de
absorber todas las respuestas a todos los conflictos en la sociedad alemana.
Por ejemplo, mientras dirigentes destacados de los conservadores alemanes
exigen una cifra tope de refugiados en Alemania, la propia Merkel asegura que
mientras ella sea canciller ese tope no existirá. Es decir, tanto los
detractores como los defensores de la llegada de refugiados encuentran
argumentos en el seno de la CDU sin necesidad de buscar otros partidos.
Otro ejemplo muy
reciente: mientras que Merkel decidió abstenerse en la votación de la ley de
matrimonio que permite las bodas entre personas del mismo sexo, muchos diputados
de CDU y CSU dividieron su voto a favor y en contra. Es decir, los debates que
ocupan y preocupan a los alemanes se producen en el seno del mismo partido de
Merkel, que ha dejado de lado su etiqueta de democristiano y se ha convertido
en completamente transversal. Fuera del debate quedan sus adversarios, tanto el
SPD y la AfD, que son incapaces de movilizar a los alemanes en contra del
hiperliderazgo de Merkel.
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